El contacto con los humanos siempre nos traerá dolor de un modo u otro.
Somos por naturaleza decepcionantes, fallidos, errores en potencia
que herimos, que lastimamos.
Pero ellos no.
Y esa es su gran maravilla.
En eso consiste su grandeza, la presencia suya que se vuelve indispensable en nuestra vida.
Ayer mi corazón se partía de dolor.
Y a pesar de toda mi impotencia sabía que no estaba sola.
Mis hijos estaban allí. Conmigo.
Observándome llorar, mirándome fijamente con sus hermosos ojos...
y el solo sentirlos cerca me daba fe.
No me sentía sola...
No estaré sola nunca si ellos están a mi lado
Sus patas sobre mis manos
Sus hocicos metiéndose entre mi cuellos
Sus pequeños gemidos de consuelo rozando mi rostro...
Tenía que llorar
pero ellos estaban ahí
y siempre estarán.
La maravilla de los animales radica en su incondicionalidad
esa incondicionalidad que los hará únicos por siempre
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